Millones de estadounidenses enfrentan la posible pérdida de asistencia alimentaria a medida que los formuladores de políticas abogan simultáneamente por dietas más saludables. Esta contradicción pone de relieve una falla crítica en la política alimentaria actual: recortar la ayuda y al mismo tiempo promover una mejor nutrición es inherentemente contraproducente. El reciente cierre del gobierno sirvió como un crudo recordatorio de cuántos dependen de programas como SNAP (Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria) y reembolsos de comidas escolares sólo para alimentar a sus familias.
Los recortes que se avecinan y su impacto
La propuesta “One Big Beautiful Bill” contiene los mayores recortes a la asistencia nutricional en la historia de Estados Unidos, lo que choca directamente con el propio impulso de la administración para reducir la ingesta de alimentos ultraprocesados. Aproximadamente el 40% de los beneficiarios de SNAP son niños, y muchos más son adultos trabajadores que luchan con el aumento de los costos de los alimentos. Sin intervención, se estima que entre 2,5 y 4 millones de estadounidenses perderán los beneficios de SNAP para el Día de Acción de Gracias de 2026, y cientos de miles de niños perderán el acceso a comidas escolares gratuitas o a precio reducido. Los bancos de alimentos locales inevitablemente enfrentarán una demanda abrumadora.
No se trata simplemente de hambre; se trata de salud a largo plazo. La mala calidad de la dieta provoca enfermedades crónicas y reduce la esperanza de vida. La realidad financiera es que las opciones nutritivas (granos integrales, productos frescos) son más caras que las alternativas procesadas más baratas. Cuando los presupuestos se reducen, las familias comprarán la mayor cantidad de calorías por su dólar, lo que socava cualquier campaña de salud pública.
La paradoja de las comidas escolares
El debate sobre la nutrición escolar también está plagado de contradicciones. La Ley de Niños Saludables y Sin Hambre de 2010 tenía como objetivo mejorar las comidas escolares, pero enfrentó críticas por ser demasiado estricta. Las relajaciones posteriores bajo la administración Trump permitieron granos más refinados y opciones azucaradas. Ahora, los pedidos de almuerzos escolares más saludables están aumentando nuevamente, pero la financiación para estas mejoras sigue siendo inestable.
Los recortes propuestos eliminarían la elegibilidad automática para desayunos y almuerzos gratuitos bajo SNAP y Medicaid, lo que sobrecargaría aún más los ya limitados recursos. Sin una financiación estable, es imposible alcanzar estándares nutricionales más altos.
Por qué esto es importante
La inseguridad alimentaria está vinculada a los resultados de salud. Incluso la preocupación por el acceso a los alimentos puede afectar negativamente el bienestar, llevando a las familias a depender de opciones de baja calidad y altas calorías. Los alimentos ultraprocesados dominan las dietas estadounidenses y contribuyen a enfermedades crónicas prevenibles. Millones de personas no mejorarán su nutrición si sus presupuestos se reducen.
Alinear la seguridad alimentaria y la nutrición
La solución no es un misterio. La política debe priorizar tanto la asequibilidad como la calidad:
- Fortalecer los programas SNAP y de alimentación escolar para mantener el ritmo de los costos de los alimentos.
- Ampliar los incentivos nutricionales, como duplicar los dólares del SNAP para frutas y verduras.
- Modernizar los estándares de adquisiciones para priorizar los alimentos integrales en las escuelas y programas comunitarios.
- Apoyar iniciativas de nutrición basadas en la comunidad que hagan realista la alimentación saludable.
- Crear consenso sobre etiquetado y aditivos para facilitar la elección de opciones más saludables.
Éstas no son ideas partidistas; son medidas prácticas que pueden reducir los costos de atención médica, disminuir el hambre y mejorar la salud pública. El Día de Acción de Gracias, un día festivo centrado en la comida, es un recordatorio de que millones de personas dependen de los programas federales de nutrición durante todo el año. Empoderar a las familias para que coman mejor requiere financiación, no sólo retórica. Si queremos que los estadounidenses coman más sano, debemos asegurarnos de que puedan permitírselo.
